Crezca con el licor del llanto mío
la verde yerba deste verde prado;
enfrene el triste son de mi cuidado
el presuroso curso deste río;
resuene el bosque cavernoso y frío:
"Ya es muerto Tirsi, Tirsi es ya acabado,
en el dolor terrible sepultado,
que tuvo dél entero señorío."
Sola esta solitaria selva umbrosa,
sola aquesta gentil verde ribera
del lamentable fin fueron testigos.
Aquí cerró sus ojos muerte fiera
y el miserable cuerpo aquí reposa,
llorándolo Damón, su firme amigo.
El divino Figueroa? o quizás Pedro Laínez.
¿Hay quien quiera comprar nueve doncellas
esclavas, o a lo menos desterradas
de las tierras do fueron engendradas?
¿Hay quien las compre? ¿Quién da más por ellas?
Fueron un tiempo en todo extremo bellas,
airosas, ricas, graves y estimadas
y, aunque de muchos fueron recuestadas,
bien pocos alcanzaron favor dellas.
Ahora van las tristes mendigando
de puerta en puerta, rotas y baldías,
y por sólo el comer se venderían,
pues no son muy golosas; que en hallando
yerbas, flores u hojas, pasarían
con sombras frescas y con aguas frías.
El divino Figueroa.
Sale mi blanca aurora, y en saliendo
coge a la obscura noche el negro manto;
mas yo, que sin dormir en tierno llanto
lo más de ella pasé triste y muriendo,
en viéndola salir blanca y rïendo,
dejando el lloro, torno alegre al canto
y el verla tan hermosa puede tanto
que a rienda suelta torno al bien corriendo.
"¡Ay blanca y amorosa aurora -digo-
y cuánto puede en mí tu alegre vista!
y cuánto el verte tal y tan hermosa!
El bien que siento en verte es buen testigo,
que vuelve el fiero mal no siendo vista
tu clara luz en noche tenebrosa".
El divino Figueroa.
Déjame en paz, Amor; ya te di el fruto
de mis mas verdes y floridos años
y mis ojos, ligeros a sus daños,
pagaron bien tu desigual tributo.
No quiero agora yo con rostro enjuto
sano y libre cantar mis desengaños,
ni por alegres y agradables paños
trocar tu triste y congojoso luto:
en llanto y en dolor preso y cargado
de tus antiguos hierros, la jornada
quiero acabar de mi cansada vida.
Mas no me des, Amor, nuevo cuidado,
ni pienses que podrá nueva herida
romper la fe que nunca fue doblada.
El divino Figueroa.
Musas, que en Helicón monte sagrado
a vuestra alta deidad rica morada
tenéis de muro en derredor cercada
tan fuerte, que jamás se vio pasado;
do si algún alto espíritu guiado
por la luz vuestra -a pocos otorgada-
quiso llegar, primero ante la entrada
gran tiempo estuvo de velar cansado;
¿Quién agora la estrecha, áspera senda
del trabajoso monte ha descubierto
do cualquier bajo ingenio ose tentalla?
¿Y quién ha tanto el firme muro abierto
que poseer vuestra beldad pretenda?
Un espíritu indigno de adoralla.
El divino Figueroa.