-¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
-Porque nunca se come y se trabaja.
-Pues, ¿qué es de la cebada y de la paja?
-No me deja mi amo ni un bocado.
-Andad, señor, que estáis muy mal criado,
pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
-Asno se es de la cuna a la mortaja;
¿queréislo ver? Miradlo enamorado.
-¿Es necedad amar? -No es gran prudencia.
-Metafísico estáis. -Es que no como.
-Quejáos del escudero. - No es bastante:
¿cómo me he de quejar en mi dolencia
si el amo y escudero o mayordomo
son tan rocines como Rocinante?
Miguel de Cervantes.
Un valentón de espátula y gregüesco
que a la muerte mil vidas sacrifica
cansado del oficio de la pica
mas no del ejercicio picaresco,
retorciendo el mostacho soldadesco
por ver que ya su bolsa le repica,
a un corrillo llegó de gente rica
y en el nombre de Dios pidió refresco.
-Den voacedes, por Dios, a mi pobreza
-les dice-; donde no, por ocho santos,
que haré lo que hacer suelo sin tardanza.
Mas uno que a sacar la espada empieza:
-¿Con quién habla -le dijo- el tiracantos?
¿Qué es lo que suele hacer en tal querella?
Respondió el bravonel: -Irme sin ella.
Miguel de Cervantes.
Maestro era de esgrima Campuzano,
de espada y daga diestro a maravilla;
rebanaba narices en Castilla
y siempre le quedaba el brazo sano.
Quiso pasarse a Indias un verano
y vino con Moltalvo, el de Sevilla;
cojo quedó de un pie de la rencilla,
tuerto de un ojo, manco de una mano.
Vínose a recoger aquesta ermita
con su palo en la mano y su rosario
y su ballesta de matar pardales.
Y con su madalena, que le quita
mil canas, está hecho un San Hilario.
¡Ved cómo nacen bienes de los males!
Miguel de Cervantes o bien D. Diego Hurtado de Mendoza