Cuando a las puertas de la noche umbría
dejando el prado y la floresta amena
la tarde, melancólica y serena,
su misterioso manto recogía,
un macilento sauce se mecía
por dar alivio a su constante pena
y, en voz süave y de suspiros llena,
al son del viento murmurar se oía:
"¡Triste nací!... ¡Mas en el mundo moran
seres felices que el penoso duelo
y el llanto oculto y la tristeza ignoran!"
Dijo, y sus ramas esparció en el suelo.
"¡Dichosos ¡ay! los que en la tierra lloran!"
le contestó un ciprés, mirando al cielo.
José Selgas
Mientras el aura del ardiente estío
derramaba con vuelo fatigado
sobre la mustia majestad del prado
del alma aurora el virginal rocío,
besando el agua del raudal umbrío,
a la sombra de un álamo apartado,
oyó que así en murmullo sosegado
decían el árbol y el sonoro río:
-Si el céfiro de abril huyó ligero,
¿qué espíritu divino te alimenta
y hace perpetuo tu verdor primero?
-Yo presto sombra cuando el sol calienta,
rasgo del aire el torbellino fiero
y el bien que hago mi verdor sustenta.
José Selgas