Campo estéril, mortífera laguna
me vio nacer, y la yermada arena
présago iluminaba de mi pena
fúnebre rayo de sangrienta luna.
Trueno de muerte me arrulló en la cuna
cuando Castilla, al sacudir la ajena,
forjaba ya la bárbara cadena
que dio al Corso tirano la fortuna.
Mi primer tierno involuntario llanto
unióse al llanto de la patria mía
y mis ojos lloraron su quebranto.
De entonces miran en la luz del día
lúgubre antorcha de dolor y espanto;
y amo a mi patria, y lloro su agonía.
Mariano Roca de Togores