Francisco de Rioja.

Francisco de Rioja (Sevilla, 1583 - Madrid, 1659) fue íntimo del Conde-Duque de Olivares, bibliotecario y juez de la Santa Inquisición. Respetado por todos, vivió modesta y reservadamente.
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Primeros versos



A la muerte de Francisco de Medrano.

Pasa, Tirsis, cual sombra incierta y vana

este nuestro vivir, y como nieve

al tibio rayo, desmerece en breve

todo aplacible bien y gloria humana.

¡Mira cuánto en color, cuánto en lozana

juventud confiar el hombre debe

si así acabó Medrano! ¡Oh en vuelo leve

subido haya a la estancia soberana!

Siento su fin veloz, aunque no incierto;

triste imagino aquel que nos aguarda

solo; por no avenirte en pena, en lloro,

Tirsis, deja este mar; vuelve ya al puerto

la nave y busca el celestial tesoro;

que a nos, quizá, tan triste fin no tarda.

Francisco de Rioja.


A Manlio.

Sabes cuán raro bien sigue a las horas

y que podrás apenas en el día

contar alguno, ¿y la tristeza mía

ya admiras y ya culpas y ya lloras?

Engáñaste si piensas que mejoras

o borras así el mal que el cielo envía;

¿No ves que al sol como a la sombra fría

siempre acompañan penas voladoras?

Juzgó, Manlio, tu mente que sin duda

el ánimo y el tiempo se mudara

si otro el lugar y si otro el aire fuera.

Mas, ¿qué hizo el que mares mil surcara

e incógnitas regiones anduviera?

Que el cielo, ¡ay!, y no el ánimo se muda.

Francisco de Rioja.