Asoma, Filis, soñoliento el día
y llueve sin cesar; en los cercanos
valladares, al pie de los bananos,
mi grey se escuda de la niebla fría.
Las vacas a sus hijos con porfía
llaman de los corrales, en pantanos
convertidos, y ruedan en los llanos
pardas las nubes, y en la selva umbría
oye... se arrastran sobre el techo herboso
los tiernos sauces con extraño brío
al mecerlos el viento vagoroso
que, trayendo oleadas de rocío,
por las rendijas entra querelloso:
prende el fogón, amiga, tengo frío.
Joaquín Arcadio Pagaza.
Escucho aún tu plácida quejumbre,
gigante río. ¡Límpida guirnalda
tu sien orne y del médano la falda
ciñas con aparente mansedumbre!
Del sol hermoso la divina lumbre
retrátese en tu linfa de esmeralda
y en ti se vea tinta de oro y gualda
del Citlatépetl la nevada cumbre.
De tus riberas el papayo rico
la poma ostente en nido de verdura
del tordo herida por el rojo pico
y mézcanse tus palmas en la altura
blandamente agitando el abanico
que al dulce Tlacotalpan da frescura.
Joaquín Arcadio Pagaza.