La caravana por camino incierto
con recelosa indecisión avanza,
temiendo a cada paso la asechanza
de las nómadas tribus del desierto.
Por todas partes el espacio abierto
se pierde en fatigosa lontananza
y dondequiera que la vista alcanza
todo está triste, desolado, muerto.
Ni verde selva ni azulado monte
el mar limitan de infecunda arena
en que el dócil camello hunde su planta.
Y sólo al fin del diáfano horizonte
brillando al sol, inmóvil y serena,
la misteriosa Esfinge se levanta.
Gaspar Núñez de Arce.
Roto el respeto, la obediencia rota,
de Dios y de la ley perdido el freno,
vas marchando entre lágrimas y cieno
y aire de tempestad tu rostro azota.
Ni causa oculta ni razón remota
busques al mal que te devora el seno:
tu iniquidad, como sutil veneno,
las fuerzas de tus músculos agota.
No esperes en revuelta sacudida
alcanzar el remedio por tu mano,
¡oh sociedad rebelde y corrompida!
Perseguirás la libertad en vano:
que cuando un pueblo la virtud olvida
lleva en sus propios vicios su tirano.
Gaspar Núñez de Arce.