No temas, simplecilla; del dichoso
galán pastor no tardes la ventura;
apenado a tí corre; su ternura
premio al fin halle y su anhelar, reposo.
De rosa en la coyunda el cuello hermoso
pon al yugo feliz; la copa apura
que amor te brinda, y de triunfar segura
entra en lides süaves con tu esposo.
¡La vista tornas! ¡Del nupcial abrazo
huyes tímida y culpas sus ardores
el rubor virginal la faz teñida!
Mas Venus... Venus... su genial regazo
sobre el lecho feliz llueve mil flores
que Filis coge, y la esquivez olvida.
Juan Meléndez Valdés.