Luis Martín de la Plaza.


Del licenciado Luis Martín de la Plaza (Antequera 1577 - 1625), sacerdote en la Colegiata de su ciudad y uno de los más finos poetas de su tiempo, conservamos más de cien sonetos.

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Primeros versos



Soneto.

Cubierto estaba el Sol de un negro velo,

luchaba el viento con el mar hinchado

y él en huecos peñascos quebrantado

con blanca espuma salpicaba el cielo.

El ronco trueno amenazaba el suelo,

tocaba el rayo al monte levantado

y pardas nubes de granizo helado

el campo cobijaban con su hielo.

Mas luego que su clara luz mostraron

los bellos ojos que contento adoro

y a quien el alba envidia los colores,

calmó el mar, calló el viento y se ausentaron

los truenos, pintó el Sol las nubes de oro,

vistióse el campo de olorosas flores.

Luis Martín de la Plaza.


Soneto.

Tiñe tus aguas en señal de luto,

Guadalhorce, y aumenta tu creciente;

llora, pues no verás eternamente

flor en tu margen ni en tus plantas fruto,

que el dios del mar robó, ladrón astuto,

al que honró sol hermoso tu corriente,

como si de oro y de cristal luciente

rebelde le negaras el tributo.

Venganza espera tu afrentosa injuria;

combate al mar con tus arenas hondas,

pide tu sol con guerra, no con ruego,

corre, no temas su arrogante furia,

pues que te dan para vencer sus ondas

agua mis ojos y mi boca fuego.

Luis Martín de la Plaza.


Soneto.

Nereidas, que con manos de esmeraldas

para sangrarle las ocultas venas

de perlas, nácar y corales llenas

azotáis de Neptuno las espaldas

y, ceñidas las frentes de guirnaldas,

sobre azules delfines y ballenas

oro puro cernéis de las arenas

y lo guardáis en las mojadas faldas:

decidme, así de vuestro alegre coro

no os aparte aquel dios que en Eolia mora

ni con valiente soplo os haga agravios,

¿halláis corales, perlas, nácar, oro

tal como yo los hallo en mi señora

en cabellos, en frente, en boca, en labios?

Luis Martín de la Plaza.


Vivamus, mea Lesbia, atque amemus...

Goza tu primavera, Lesbia mía,

y el murmurar de los cansados viejos

encomiéndalo al viento y los consejos

de su trémula voz y lengua fría.

Que aunque al ponerse el sol se apaga el día,

vuelve a encenderse, y con divinos lejos

pinta en los cielos de carmín bosquejos,

oro en los montes con sus rayos cría.

Mas el sol que en tus ojos amanece

y en tus labios purpúrea competencia

agora al alba y al clavel ofrece,

la edad, con invisible diligencia,

en el común ocaso lo oscurece;

¿cuándo tendrá para volver licencia?

Luis Martin de la Plaza. (es imitación de Catulo)


Soneto.

Lidia, de tu avarienta hermosura

pide el tiempo enemigo estrecha cuenta;

ya ni el crespo cabello al oro afrenta

ni las mejillas a la nieve pura.

Tu mentida belleza mal segura

en vano reparar el daño intenta

de la edad, que en sus ojos representa,

con tragedia mortal, la lumbre oscura.

Ya, ya no me verás de noche al viento

bañar de infame llanto tus umbrales,

comparando a la suya tu dureza,

que el tiempo, con efectos desiguales,

me da venganza, roba tu belleza,

te da dolor y cura mi tormento.

Luis Martín de la Plaza.


Soneto.

¿Qué temes el morir, por qué procura,

hombre, tu afecto vida tan ajena

de propios bienes y de males llena,

tan bien guardada cuanto mal segura?

La muerte es fin de tu prisión oscura,

y por quien gozarás la paz serena

de aquella vida donde no la pena

sino la gloria para siempre dura.

Y aunque es la muerte horrenda, no te espante,

que tu bien solicita, pues intenta

que vivas inmortal después de muerto.

Dime, ¿no será loco el navegante

que se quiere quedar en la tormenta

y no llegar a descansar al puerto?

Luis Martín de la Plaza.


Lamento de Ariadna.

La vela de traición y viento llena,

con la vista cansada y el deseo

sigue Arïadna del traidor Teseo

desde la playa que a su llanto suena.

Sus hebras de oro, de piedad ajena,

injuria, y deja en su dorado empleo

al aire rico y al azul Nereo

con perlas que llorando da a la arena.

"Vuelve, ingrato -le dice- y al engaño

con que el honor me quitas no le aumentes

la soledad de estos peñascos fríos.

Mas, ¡triste yo!, que esfuerzo el propio daño,

pues que te dan con que de mí te ausentes

el viento en popa los suspiros míos."

Luis Martín de la Plaza.