Ya de mis quietos días el sereno
cielo se va turbando y con sosiego
en el alma se enciende un nuevo fuego
que me consume dulcemente el seno.
Recoge, corazón, recoge el freno
y a más sano lugar te vuelve luego,
pues que de amor el más sabroso juego
está con hiel templado y con veneno.
Al suspirar y al llanto triste y laso,
a oscura luz y a noches congojosas
no tornes, ya que miras libre el cielo.
Huye a los ojos bellos, cierra el paso
al vano desear y a mentirosas
esperanzas, y cércate de hielo.
Jerónimo de Lomas Cantoral