Fuese mi sol, y vino la tormenta
-que yo no espero de su ausencia menos-
y el cielo turquesado sus serenos
ojos cubrió, obligado de la afrenta.
Un acento tristísimo revienta
entre los vientos, de tinieblas llenos;
tiemblan las nubes con los roncos truenos,
arden los campos, el temor se aumenta.
Salió mi sol, y de dorados jaspes
vistió su oriente, y de esmeraldas finas
los altos montes y las llanas tierras,
bordó las vagas nubes de giraspes,
sudaron rubias mieles las encinas
y blanca leche las azules sierras.
Doña Hipólita de Narváez.