Mientras vivió la dulce prenda mía,
Amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste
y sus fuerzas me dio la poesía.
Mas, ¡ay!, que desde aquel aciago día
que me privó del bien que tú admiraste
al punto sin imperio en mí te hallaste
y hallé falta de ardor a mi Talía.
Pues no borra su ley la Parca dura
-a quien el mismo Jove no resiste-
olvido el Pindo y dejo la hermosura.
Y tú también de tu ambición desiste
y junto a Filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.
José de Cadalso.
No basta que en su cueva se encadene
el uno y otro proceloso viento,
ni que Neptuno mande a su elemento
con el tridente azul que se serene,
ni que Amaltea el fértil campo llene
de fruta y flor, ni que con nuevo aliento
al eco den las aves dulce acento,
ni que el arroyo desatado suene.
En vano anuncias, verde Primavera,
tu vuelta, de los hombres deseada,
triunfante del invierno triste y frío.
Muerta Filis, el orbe nada espera
sino niebla espantosa, noche helada,
sombras y sustos como el pecho mío.
José de Cadalso.