Dulce soñar y dulce congojarme
cuando estaba soñando que soñaba;
dulce gozar con lo que me engañaba
si un poco más duraba el engañarme;
dulce no estar en mí, que figurarme
podía cuanto bien yo deseaba;
dulce placer, aunque me importunaba
que alguna vez llegaba a despertarme.
¡Oh sueño, cuánto más leve y sabroso
me fueras si vinieras tan pesado
que asentaras en mí con más reposo!
Durmiendo, en fin, fui bienaventurado;
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado.
Juan Boscán.
Solo y penoso en páramos desiertos
mis pasos doy cuidosos y cansados
y entrambos ojos traigo levantados
a ver no vea alguien mis desconciertos.
Mis tormentos así vienen tan ciertos
y van mis sentimientos tan cargados
que aun los campos me suelen ser pesados
porque todos no están secos y muertos.
Si oigo balar acaso algún ganado
y la voz del pastor da en mis oídos,
allí se me revuelve mi cuidado
y quedan espantados mis sentidos
cómo ha sido no haber desesperado
después de tantos llantos doloridos.
Juan Boscán.
Garcilaso, que al bien siempre aspiraste
y siempre con tal fuerza le seguiste
que a pocos pasos que tras él corriste
en todo enteramente le alcanzaste,
dime: ¿por qué tras ti no me llevaste
cuando desta mortal tierra partiste?
¿Por qué al subir a lo alto que subiste
acá en esta bajeza me dejaste?
Bien pienso yo que si poder tuvieras
de mudar algo lo que está ordenado
en tal caso de mí no te olvidaras;
que, o quisieras honrarme con tu lado
o, a lo menos, de mí te despidieras
o, si esto no, después por mí tornaras.
Juan Boscán.