Bartolomé Leonardo de Argensola.


El doctor Bartolomé Leonardo de Argensola (Barbastro, 1562 - Zaragoza, 1631), canónigo y cronista de Aragón, horaciano e ingenioso como su hermano Lupercio.

Volver a autores...

Primeros versos



A la Pasión de Cristo.

Hoy, por piedad de su Hacedor, le ofrecen

prendas de sentimiento sus hechuras;

llama el Sol a la noche y las escuras

sombras apriesa en tiempo ajeno crecen.

De la vida asaltadas, se estremecen

atónitas las mudas sepulturas,

libran sus cuerpos a las almas puras

y a los justos vivientes aparecen.

Las piedras se quebrantan y, a su ejemplo,

visten los astros voluntario luto;

rómpese el velo místico del Templo,

da cualquier obra al llanto algún tributo,

¿y yo, siendo la causa, lo contemplo

con pecho alegre y con semblante enjuto?

Bartolomé Leonardo de Argensola.


A Calatayud.

Bílbilis, aunque el Dios que nació en Delos

te conserve fructífera sin daño

y cuando sobre ti desciende el año

sus guirnaldas te den todos los cielos,

y aunque hagan tus preciosos arroyuelos

fuertes las armas con el noble baño

y aunque eres patria del cortés tacaño

que en todas sus palabras puso anzuelos,

si no encadenas los infieles canes

que tu adüana a los viandantes suelta,

ni tu muro veré, ni tu camino;

que para dar hasta Madrid la vuelta,

embarcarme en Colibre determino,

aunque la dé mayor que Magallanes.

Bartolomé Leonardo de Argensola.


Soneto.

"Dime, Padre común, pues eres justo,

¿por qué ha de permitir tu providencia

que, arrastrando prisiones la inocencia,

suba la fraude a tribunal augusto?

¿Quién da fuerzas al brazo que robusto

hace a tus leyes firme resistencia

y que el celo que más las reverencia

gima a los pies del vencedor injusto?

Vemos que vibran victoriosas palmas

manos inicuas, la virtud gimiendo

del triunfo en el injusto regocijo."

Esto decía yo, cuando rïendo

celestial ninfa apareció y me dijo:

"Ciego, ¿es la tierra el centro de las almas?".

Bartolomé Leonardo de Argensola.


A Lice.

Lice es aquella; llega, Fausto, y mira

cómo con el cabello dora el viento,

y el rostro juvenil, de donde atento

invisibles Amor sus flechas tira.

Cúan bien con la piedad mezcla la ira

en el mirar risueño y el violento;

la boca, que entre perlas el aliento

de jazmín salutífero respira.

Juzga si yo, con más razón que Ticio,

que por Juno movió a los dioses guerra,

pudiera contra el cielo rebelarme.

¿Has visto bien, que no tiene la tierra

sujeto igual? Pues sabe que un adarme,

un adarme no tiene de jüicio.

Bartolomé Leonardo de Argensola.


Soneto.

Yo os quiero confesar, don Juan, primero,

que ese blanco y carmín de doña Elvira

no tiene de ella más, si bien se mira,

que el haberle costado su dinero.

Pero también que confeséis yo quiero

que es tanta la beldad de su mentira,

que en vano a competir con ella aspira

belleza igual en rostro verdadero.

¿Qué, pues, que yo mucho perdido ande

por un engaño tal, ya que sabemos

que nos engaña igual Naturaleza?

Porque ese cielo azul que todos vemos

ni es cielo ni es azul; ¿y es menos grande,

por no ser realidad, tanta belleza?

Bartolomé Leonardo de Argensola o quizás Lupercio