Baltasar del Alcázar.


De Baltasar del Alcázar (Sevilla 1530 - 1606), poeta y músico, nos quedan donosos poemas en metros castellanos, y también italianos.

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Primeros versos



Al Amor.

Di, rapaz mentiroso, ¿es esto cuanto

me prometiste presto y a pie quedo?

¿Andar mirlado entre esperanza y miedo,

cercado de respetos, hecho un tanto?

Sustos, celos, favores, risa y llanto

dalos, Amor, a quien se lame el dedo;

los que me diste a mí te vuelvo y cedo,

no quiero tomar más cosa de espanto.

Bien siento las heridas y que salgo

de tu poder para ponerme en cura,

porque tengo aún abiertas las primeras.

Y juro por la fe de hijodalgo

de si mi buen propósito me dura

de no partir de hoy más contigo peras.

Baltasar del Alcázar.


Soneto.

Cercada está mi alma de contrarios;

la fuerza, flaca; el castellano, loco;

el presidio, infïel, bisoño y poco,

ningunos los pertrechos necesarios.

Los socorros que espero, voluntarios,

porque ni los merezco ni provoco;

tan desvalido, que aun a Dios no invoco

porque mis consejeros andan varios.

Los combates, continuos, y la ofensa;

los enemigos, de ánimo indomable;

rota por todas partes la muralla.

Nadie quiere acudir a la defensa...

¿qué hará el castellano miserable

que en tanto estrecho y confusión se halla?

Baltasar del Alcázar.


Al Amor.

Amor, no es para mí ya tu ejercicio,

porque cosa que importa no la hago;

antes lo que tu intentas yo lo estrago,

porque no valgo un cuarto en el oficio.

Hazme pues, por tu fe, este beneficio:

que me sueltes y des carta de pago.

Infamia es que tus tiros den en vago:

procura sangre nueva en tu servicio.

Ya yo con solas cuentas y buen vino

holgaré de pasar hasta el extremo;

y si me libras de prisión tan fiera,

de aquí te ofrezco un viejo mi vecino

que te sirva por mí en el propio remo,

como quien se rescata de galera.

Baltasar del Alcázar.


A Cristo.

Cansado estoy de haber sin Ti vivido,

que todo cansa en tan dañosa ausencia.

Mas, ¿qué derecho tengo a tu clemencia,

si me falta el dolor de arrepentido?

Pero, Señor, en pecho tan rendido

algo descubrirás de suficiencia

que te obligue a curar como dolencia

mi obstinación y yerro cometido.

Tuya es mi conversión y Tú la quieres;

tuya es, Señor, la traza y tuyo el medio

de conocerme yo y de conocerte.

Aplícale a mi mal, por quien Tú eres,

aquel eficasísimo remedio

compuesto de tu sangre, vida y muerte.

Baltasar del Alcázar.