Se dice que una persona es responsable cuando está obligado a responder de algo o por alguien [93]. Somos responsables cuando tomamos decisiones libremente y conscientemente aceptando y soportando las consecuencias que acarreen. Ser responsable es una virtud que posee el ser humano para asumir las consecuencias que provienen de nuestros actos, respondiendo de ellas ante alguien o ante uno mismo. El hombre responde de sus actos ante quien es capaz de dictarles sus normas: Dios (responsabilidad moral), nosotros mismos (juicio de conciencia) u otras personas (responsabilidad jurídica, familiar, laboral, etc.). Si tenemos que responder ante alguien parece que vamos en contra de nuestra propia libertad, sin embargo, sin libertad no hay responsabilidad. Sólo quien es dueño de sus actos puede responder ante ellos y para ellos debe actuar con entendimiento y voluntad. Los animales o los niños pequeños, por ejemplo, no se les pueden considerar como seres responsables de sus actuaciones ya que aunque tomen sus decisiones libremente no disponen del uso de razón. El ser humano es un ser libre, dueño de sus actos, capaz de tomar decisiones y asumir sus consecuencias.
Hans Jonas (1903-1993), filósofo alemán del siglo XX, mostró su “Principio de la Responsabilidad” [14], constituyendo un referente en el campo de las éticas deontológicas, con repercusión en bioética, tecnoética y ética ecológica. La ética de Jonas se basa en un hecho: el hombre es el único ser conocido que tiene responsabilidad, (se supone implícitamente “adulto y sano”). Sólo los humanos pueden escoger consciente y deliberadamente entre alternativas de acción y esa elección viene acompañado de consecuencias. La responsabilidad es un deber, una exigencia moral que recorre todo pensamiento humano. Este deber se ha vuelto hoy más exigible porque ha de estar a la altura del poder que tiene el hombre a consecuencia de los avances en la sociedad tecnológica. La ciencia y la tecnología han modificado profundamente las relaciones entre el hombre y el mundo.
La base de la teoría joniana está compuesta por tres elementos: las virtudes de la cautela y la moderación en la acción, el pensar hipotético y el pensar en las consecuencias. Con esta base Jonas nos muestra la “heurística del terror” como el medio por el cual podremos adquirir una mayor conciencia del peligro ante los nuevos avances macrotécnicos y así, tener el deber de actuar siguiendo una ética de la responsabilidad. Afirma que ninguna de las éticas habidas hasta la fecha instruye a los seres humanos acerca de la bondad o la maldad de las nuevas condiciones. Caracteriza el progreso de la técnica moderna como un monstruo capaz de amenazar a su creador por su superioridad.