1.2.13.1 Erich Fromm



Erich Fromm


    Alemán, nacido en Frankfurt y de familia judía ortodoxa, estudió sociología, psicología y filosofía en Heidelberg. Según Fromm el animal es regido por las leyes biológicas naturales: forma parte de la naturaleza y nunca la trasciende, pero el hombre en cambio, tiene autoconciencia, razón e imaginación, lo que rompe con la armonía que caracteriza la existencia animal. El hombre forma parte de la naturaleza, está sujeto a sus leyes físicas y no puede modificarlas, pero si descubre lo oculto que exista en ella [95]. El animal nunca trasciende la naturaleza porque no posee conciencia moral, ni de existencia, ni de razón, pero si posee una especial armonía con la naturaleza que le ayuda a hacer frente a situaciones. Marx consideraba a las personas como determinadas por su sociedades y más especialmente por sus sistemas económicos. Fromm añadió a este sistema determinista algo bastante extraño: el concepto de libertad. En su libro “Ética y Psicoanálisis”, Erich Fromm distingue entre ética autoritaria y ética humanista. En la primera, una autoridad es la que establece lo que es bueno para el hombre y prescribe leyes y normas de conducta. En cambio, en al ética humanista, es el hombre mismo quien establece las normas y es, a la vez, el sujeto de las mismas. Esta distinción puede muy bien servir para ilustrar la naturaleza de las normas morales frente a las religiosas. La autoridad que impera en la ética autoritaria es de carácter irracional e indiscutible, mientras que la humanista se encuentra una autoridad racional, sujeta a crítica y correcciones. En la autoritaria, la crítica a la autoridad no es sólo algo no solicitado sino prohibido. La autoridad irracional, sostiene Fromm, se basa en su misma naturaleza en la desigualdad e implica diferencias de valores, o sea, el individuo queda aniquilado frente a una autoridad que se considera siempre superior. En la ética autoritaria la norma proviene de una autoridad trascendente al individuo. La autoridad ordena que la obediencia sea la máxima virtud y la desobediencia, el pecado capital.
































Página Anterior              Arriba              Página Siguiente