Según el diccionario de la Real Academia [93], la palabra criptografía viene del griego kryptos, que significa oculto y gráphein, que es escritura, y su significado es: ‘Arte de escribir con clave secreta o de un modo enigmático’. La criptografía dejó hace ya algunos años de ser arte y se convirtió en una técnica. Es la técnica en transformar un mensaje legible en otro (criptograma), que solo lo puedan entender determinadas personas autorizadas. El método empleado para ello es lo que llamamos algoritmos de encriptación.
Cuando nos comunicamos necesitamos un emisor y un medio por el que llevamos la información al receptor. En condiciones normales la información viaja del emisor al receptor sin sufrir alteraciones por terceros que accedan a dicha información, sin embargo esto no siempre ocurre. El mensaje no debe ser interceptado por terceros, la información sólo puede ser leída por las partes implicadas, emisor y receptor. Para ello se necesitan mecanismos que protejan el mensaje y que aseguren el buen traslado de la información desde su punto de partida hasta su destino. Por lo tanto la criptografía tiene como principal objetivo suministrar mecanismos de seguridad a las comunicaciones, es decir, proteger la información que está siendo transmitida por algún medio que consideramos de antemano inseguro.
La palabra criptografía sólo hace referencia al uso de códigos, por lo que no engloba a las técnicas que se usan para romper dichos códigos, conocidas en su conjunto como criptoanálisis. En cualquier caso, ambas doctrinas están ligadas. Cuando se diseña un sistema para cifrar información, hay que tener presente su posible criptoanálisis, ya que en caso contrario podríamos llevarnos desagradables sorpresas. Finalmente, el término criptología, aunque no esté todavía reflejado en el diccionario, se emplea habitualmente para hacer referencia a ambas doctrinas.
El proceso criptográfico tiene tres elementos básicos importantes: la información a enviar, el algoritmo criptográfico y la información recibida (encriptada). Pero esa información recibida no llega de forma clara (legible), llega encriptada , por lo que es necesaria su desencriptación para poder leer el mensaje con total claridad.
Las primeras civilizaciones ya desarrollaban técnicas para enviar mensajes durante las campañas militares de tal forma que si un mensajero era interceptado el mensaje no corría peligro de ser leído por sus capturadores. Esto garantizaba la confidencialidad y la autenticidad de aquellos tiempos. Posiblemente el primer criptosistema que se conoce fuera documentado por el historiador griego Polibio: un sistema de sustitución, basado en la posición de las letras de una tabla. Los romanos, como fue Julio César, hicieron uso de estas técnicas. Su sistema consistía en reemplazar en el mensaje a enviar cada letra por la situada tres posiciones por delante en el alfabeto. Durante los siglos XVII, XVIII y XIX hubo un interés notable por parte de los monarcas como fue Felipe II, Enrique IV, etc. Es a partir del siglo XX cuando la criptografía presenta nuevos avances, empieza a usar una nueva herramienta que permitirá conseguir mejores cifrados: la máquina de cálculo. La máquina más conocida de cifrado es la alemana Enigma, utilizada en la segunda Guerra Mundial (1939-1945). Esta máquina cifraba y descifrada códigos.
A mediados de los 70, el departamento de normas y estándares norteamericano publica el primer diseño lógico, pasando a ser el principal sistema criptográfico de finales de siglo: el estándar de cifrado de datos o DES, algoritmo simétrico. En esas mismas fechas ya se empezaba a hablar de la última revolución criptográfica teórica y práctica: los sistemas asimétricos. Gracias a estos sistemas se pudo introducir la criptografía en otros campos que hoy día son esenciales, como el de la firma digital[95].
La criptografía es el único medio asequible y fácil de implementar para lograr un acceso seguro y controlado a la información en un medio como internet, que por su propia naturaleza es abierto y de acceso libre a la información.